El sábado pasado la tarde empezó un poco gris ☹. Al atravesar la puerta mágica de nuestro amigo Sulley vimos a alguien llorando... ¡Era un monstruo que se sentía muy mal porque algunos humanos no le aceptaban! Pero como de todo se aprende, nuestro monstruo nos enseñó el valor de no rechazar a quien es diferente, y algo mucho más importante y misterioso; el valor de querernos tanto a nosotros mismos como a los demás.
La tarde continuó con unos talleres muy chulos en los que aprendimos a construir juegos de mesa: un juego de memoria, un laberinto, ¡Y hasta un futbolín! Lo mejor de todo fueron las ganas, la concentración y el empeño que pusimos para que los juegos de mesa quedaran lo mejor posible.
Como estuvo lloviendo decidimos quedarnos dentro a jugar. Hicimos tres grupos y competimos por ver quien era el que mejor bailaba, cantaba o rapeaba. Nos reímos mucho y nos lo pasamos genial.
Y es que al final, esa es la mejor parte del Tiempo Libre en Nazaret: las sonrisas, los abrazos, los compañeros y la diversión 😄